Comentario
Fue la más rica y populosa de las colonias españolas. Rica, porque su minería argentífera pudo desarrollar otros sectores económicos, como la agricultura, la ganadería y el comercio. A fines de la colonia, estos últimos equivalían en valor a las extracciones mineras. Populosa, porque tenía la mitad de la población hispanoamericana: 6.122.354 habitantes en 1810. Plata y habitantes fueron las dos locomotoras que impulsaron su auge.
El proceso demográfico inició un rápido crecimiento a partir de 1720, coincidiendo con el aumento de la minería. Empezó a bajar desde mediados de siglo, alcanzando crecimiento negativo en los años ochenta. Posteriormente aumentó de forma vertiginosa. El virreinato pasó de dos a tres millones y medio de habitantes en 1760, a casi cinco (4.833.569) en 1793, sobrepasando los seis millones (6.122.354) en 1810, como dijimos. Sus intendencias más densamente pobladas fueron las de Guanajuato, México y Puebla, siguiéndoles a mucha distancia las de Oaxaca, Valladolid y Yucatán. Por su número de habitantes destacaron México, Puebla, Oaxaca, Guanajuato y Yucatán. La mitad de esta población era indígena, la sexta parte blanca y el resto, estaba formado por mestizos, negros y mulatos. En cuanto a sus ciudades de más de 50.000 habitantes, eran México, Puebla y Guanajuato. Oaxaca, Guadalajara, Valladolid y Zacatecas tenían más de veinte mil.
La administración fue realizada hasta 1760 por virreyes pertenecientes a la nobleza (dos condes, tres marqueses, tres duques y dos arzobispos), uno de los cuales, el Marqués de Casafuerte, fue criollo limeño, un caso insólito. Sus problemas principales fueron los usuales de fomentar la minería, sofocar sublevaciones indígenas, enviar situados, fortificar el Caribe, cuidar la Real Hacienda, perseguir el contrabando inglés y holandés, reprimir el bandolerismo en los caminos, evitar la corrupción administrativa, fundar poblaciones y soportar con estoicismo los pleitos entre instituciones y funcionarios a su cargo. En 1765, fue enviado a México como visitador don José de Gálvez, que realizó una profunda reforma, creando nuevos impuestos, aumentando los existentes, estableciendo el estanco del tabaco, ayudando a la expulsión de los jesuitas (y a la represión de los motines que ésta suscitó) y creando la Comandancia de las Provincias Internas con las provincias de Sonora, Sinaloa, California, Nuevo México, Coahuila y Texas, que nació con carácter oficial en 1776. Los doce virreyes que gobernaron de 1760 a 1808 fueron, en cambio, militares (hubo cinco nobles). Gran parte de los mismos obtuvo su cargo por nepotismo y favoritismo. Salvo rara excepción, no brillaron por sus cualidades de gobierno, limitándose a obedecer las órdenes reformistas, que cumplieron fielmente: expulsión de la Compañía, creación de las doce intendencias (1786), libre comercio, etc. A ello añadieron la intervención en las guerras de turno, las fortificaciones (Perote y Acapulco), y cierto interés por las obras públicas y el embellecimiento y aseo de la capital.
La prosperidad de Nueva España se reflejó en la Real Hacienda, que vio duplicar sus ingresos durante los sesenta primeros años del siglo, pasando de tres a seis millones, y cuadruplicarse luego en los cuarenta años restantes, cuando llegó a ingresar más de 22 millones. Eran las dos terceras partes de lo que recibía de toda Hispanoamérica. Esto permitió atender con prodigalidad los enormes gastos de defensa del Caribe. Los situados enviados a Cuba, Puerto Rico, Campeche, Florida, Filipinas y Trinidad ascendían a unos cuatro millones y medio de pesos anuales.
México realizó, durante el siglo XVIII, un enorme avance hacia el norte, asimilando el Bajío y tratando de incorporar otros territorios más septentrionales. El Bajío estaba situado entre los centros mineros septentrionales y las regiones occidentales y centrales de México. Fue objeto de un intenso tráfico de apoyo a la minería que terminó por revalorizar sus tierras, surgiendo ciudades y villas en cuyo entorno se ubicaron importantes producciones agrícolas (maíz y trigo), ganaderas, manufactureras (obrajes) y un activo comercio. Su riqueza atrajo emigrantes del sur y llegó a ser una de las regiones de mayor densidad, triplicando su población entre 1700 y 1760. Posteriormente sufrió un estancamiento que motivó incluso la emigración hacia otras regiones menos pobladas. La expansión minera hacia el septentrión (Parral, Chihuahua) fue estirando cada vez más la colonización.
En cuanto al avance hacia el norte, permitió casi duplicar la superficie del territorio virreinal, que alcanzó unos cuatro millones de kilómetros cuadrados. Fue una frontera móvil, pero careció de una infraestructura ocupacional, lo que la convirtió en muy frágil frente al avance de otras colonizaciones extranjeras. Prácticamente se realizó con misioneros jesuitas y un escaso apoyo militar. Resultado de este avance fueron las ocupaciones de California, Nayarit, Texas y Tamaulipas. El interés por California venía del siglo anterior, cuando los padres Kino y Salvatierra establecieron algunas misiones en ella (1697), comprobando que era una península. Fundaron San Ignacio en su parte meridional y luego San Blas, en 1767. Tras su expulsión, fueron sustituidos por los franciscanos, que fundaron San Diego y San Francisco (1776) y Los Ángeles (1781). Nayarit, territorio montañoso y habitado por indios insumisos existente entre Nueva Galicia y Nueva Vizcaya, fue dominado militarmente entre 1721 y 1724. Texas fue conquistado a partir de 1716 para impedir el avance francés desde la Louisiana. Se fundaron la villa de Béjar, un presidio y varias misiones franciscanas. En 1721 se convirtió en Gobernación independiente, con capital en Adaes. Para establecer la comunicación entre Texas y Tampico se realizó la conquista de Tamaulipas, emprendida en 1715 y concluida en 1748. Aquí se establecieron 24 poblaciones y numerosas misiones franciscanas.
También tuvo gran importancia la exploración de la costa pacífica septentrional, aunque careció de resultados en materia de colonización. Se relacionó con la expansión rusa desde Alaska hacia el sur. En 1773 la había denunciado el Conde de Lacy, embajador español en San Petersburgo, quien hizo llegar a Grimaldi un mapa ruso de 1758 con los descubrimientos de Behring en Alaska. El gobierno pidió informes al virrey Bucarelli y éste mandó al alférez de fragata Juan Pérez, para que explorase la costa al norte de San Blas tratando de encontrar a los rusos. Pérez hizo su periplo en 1774, alcanzando los 55°. Una segunda expedición, mandada por Bruno Haceta y Juan Francisco Bodega y Quadra zarpó en 1775, explorando hasta los 58°. En 1779, Ignacio Arteaga y J. F. Bodega y Quadra continuaron explorando la costa y llegaron hasta Alaska (60°). En 1788, dos buques mandados por Esteban Martínez y Gonzalo López de Haro establecieron contacto con los rusos en Onalaska. Hubo entendimiento con ellos, ya que los rusos no pensaban seguir bajando al sur, ni los españoles subir al norte. La expedición de Malaspina puso término a estos viajes.
En cuanto al aumento de la economía minera mexicana, ha sido tratado anteriormente. Se reflejaba en la Casa de Moneda de México, donde se acuñaron 3,3 millones de pesos anuales a comienzos del siglo XVIII, 13 millones hacia 1795 y unos 25 millones a fines de la colonia. La Corona protegió el sector fundando el Consulado de Minería, el Banco de Avío, para facilitar dinero a los mineros, y el Colegio de Minería. También hemos hablado de su comercio, que siguió con el régimen de flotas hasta 1789, imponiéndose luego el de navíos sueltos y neutrales. España iba perdiendo progresivamente el comercio mexicano, pues de los mil barcos que llegaron a Veracruz en la última década del siglo XVIII sólo 430 eran españoles. En el período 1800-08 entraron 1.500 barcos, de los que sólo eran españoles 483.